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Antonio Tarragó Ros

 

“Mirar rasgado, patitas chuecas, María va. Pisando penas, la arena ardiente, María va. Calcina el monte un sol de fuego, María va. Temor pombero, palmar estero, María va. / Quiso la siesta ponerle un niño a su soledad. De trigo y luna, y de su mano, María va. /Por el tabacal, tu paso, María va. Y se bebe el sol, que huele a duende, María va”.

Inmortalizada en la voz de Mercedes Sosa, pero mucho antes, en la de su propio autor, Antonio Tarragó Ros, “María va” es un clásico de la música popular argentina. Es un chamamé lento, que describe con pocas palabras, sencillez y, al mismo tiempo, preciso detalle, la vida de una chica del interior del interior de nuestro país. Una joven madre soltera a la que “una siesta” ha querido ponerle un niño rubio. Y el contexto, que claramente habla de un litoral correntino, profundo y caluroso, con su realidad más ineludible (“el tabacal”, la calle regada y la inocencia de niño pueblero), con su ensoñación más fantástica (el “temor pombero”, el sol que “huele a duende”). Esta canción es una magnífica descripción creada por Antonio Tarragó Ros a partir de esa María que son muchas que crecieron y crecen en la marginalidad. Pero lo más curioso es que el compositor no creó un personaje a partir de muchos otros ni se inspiró en una historia real para escribir su canción sino en una película.

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