Al principio la mujer, que vive en St Paul, Minnesota, no le prestó atención, hasta que comenzó a sentir dolores justo en el lugar donde el gato se acomodaba. Entonces Kate consultó al médico, que le confirmó sus sospechas: tenía cáncer de mama.
“Miro hacia atrás en los cambios en su comportamiento hacia mí antes de mi diagnóstico de cáncer de mama y realmente creo que estaba tratando de alertarme sobre los peligros que crecían en mi cuerpo”, admite. Tras varias cirugías y rondas de quimioterapia, hoy Kate está en remisión, y se lo agradece a su mascota.